Mastitis subaguda y disbiosis mamaria
Un abordaje integrativo para resolver el dolor y recuperar la lactancia
Un abordaje integrativo para resolver el dolor y recuperar la lactancia
La mastitis es una de las principales causas de abandono precoz de la lactancia. La forma aguda suele reconocerse fácilmente por fiebre, dolor intenso e inflamación visible. Sin embargo, la mastitis subaguda muchas veces pasa desapercibida: cursa sin fiebre, con síntomas difusos o leves que no siempre se relacionan con un problema en el pecho.
Este cuadro está directamente relacionado con una disbiosis de la glándula mamaria: un desequilibrio en la microbiota que habita en el tejido mamario y en la leche.
Cuando no se trata adecuadamente, puede cronificarse, complicar la lactancia e incluso evolucionar hacia una nueva mastitis aguda.
La leche materna contiene bacterias beneficiosas que cumplen un papel clave:
En la madre, ayudan a proteger la glándula y prevenir infecciones.
En el bebé, participan en la formación de su microbiota intestinal y entrenan su sistema inmune.
Este ecosistema se forma a partir de bacterias que llegan desde el intestino materno (ruta entero-mamaria), del contacto piel con piel y la boca del bebé y del propio tejido mamario. Su composición varía a lo largo de la lactancia y puede verse alterada por el tipo de parto, la exposición a antibióticos o el estado metabólico de la madre.
Cuando este equilibrio se rompe, hablamos de disbiosis: proliferan bacterias oportunistas que, en exceso, favorecen la inflamación, alteran el flujo de la leche y generan molestias que comprometen la lactancia.
El ecosistema de la glándula mamaria forma parte del sistema inmune mucosal común. Esto significa que está conectado con la microbiota intestinal, vaginal, oral y cutánea. Cuando alguno de estos entornos se altera, también puede verse comprometido el equilibrio bacteriano del pecho, facilitando la aparición de mastitis subaguda.
Entre los factores que más favorecen este desequilibrio se encuentran:
Uso de antibióticos en embarazo, parto o posparto
Inicio tardío de la lactancia o separación madre-bebé, que retrasan la colonización temprana del pecho por bacterias beneficiosas
Succión ineficaz o anquiloglosia
Lesiones en el pezón que facilitan la entrada bacteriana
Uso frecuente de sacaleches o pezoneras
Estrés, fatiga o falta de descanso
Disbiosis intestinal o vaginal, presentes antes, durante o después del embarazo
Alteraciones hormonales (SOP, disfunción tiroidea, resistencia insulínica, desequilibrios ováricos)
Procesos autoinmunes (Hashimoto, enfermedad celíaca, enfermedad inflamatoria intestinal, lupus, artritis reumatoide)
Condiciones ginecológicas como endometriosis y adenomiosis, asociadas a disbiosis intestinal, endometrial y vaginal, que generan un entorno inflamatorio crónico con posible repercusión en la glándula mamaria
Los síntomas que aparecen en la lactancia son la expresión de un ecosistema alterado: al atender su origen, no solo aliviamos el dolor, sino que recuperamos el equilibrio para madre y bebé.
La mastitis subaguda suele ser difícil de reconocer porque no suele cursar con fiebre ni con dolor intenso. En muchas mujeres los síntomas son difusos o se confunden con molestias frecuentes que se tienden a normalizar durante la lactancia.
En la madre, los signos más frecuentes son:
Dolor tipo escozor, quemazón o sensación de alfileres en el pecho
Pinchazos profundos o calambres durante o después de la toma
Pezón más sensible, con aspecto rosado, blanquecino o deformado tras la succión
Puntos rojos en la areola o el pezón
Perlas de leche o grietas que no terminan de curar
Cambios en la producción o en la forma en que fluye la leche
En el bebé, pueden observarse:
Succión más “masticatoria” o con tirones del pezón
Manotazos al pecho o alta demanda en las tomas
Sueño más ligero o interrumpido
Cólicos, deposiciones explosivas o con moco
En algunos casos, presencia de muguet (candidiasis oral)
Estos síntomas, aunque a veces sutiles, son señales de que puede existir un desequilibrio en la microbiota mamaria que requiere valoración e intervención integrativa.
El abordaje no puede centrarse únicamente en la glándula mamaria: la mastitis subaguda es un proceso multifactorial y, del mismo modo que existen varios factores que la provocan, es necesario actuar sobre ellos para resolver eficazmente la disfunción y recuperar el equilibrio que permita una lactancia saludable.
La mastitis aguda suele aparecer cuando la disbiosis de la glándula mamaria no se ha identificado ni tratado a tiempo.
El terreno previo, marcado por una mastitis subaguda, permite la proliferación de bacterias oportunistas y una inflamación persistente que, finalmente, se manifiesta con síntomas más evidentes: dolor intenso localizado, inflamación con enrojecimiento y calor, fiebre superior a 38,5 ºC y malestar general con escalofríos y cansancio extremo.
En la mayoría de los casos, la mastitis aguda no es un evento aislado, sino la consecuencia de no haber abordado el desequilibrio inicial de la microbiota mamaria.
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